Saúl Rivas ( Burócrata)

Experiencia en La Macolla

Desde aquella charla que tuve con Julio Loaiza por chat, quedé asustado y ansioso. Él me propuso participar en la residencia de La Macolla, aprovechando que pronto iría a Caracas de visita. Le expliqué a Julio que eran muy pocos días los que estaría, pero el terminó quitándome el miedo insistiendo en que seria una experiencia de la que surgirían cosas, lo cuál entendí profundamente en mis noches en la Macolla.

La curiosidad de participar en la Macolla me abordó desde que vi a través de sus redes sociales las anteriores experiencias de colegas reveronianos y otros de los cuales no conocía su trabajo. Entendía que era un sitio nuevo que le hace contrapeso a los avatares de la crisis que vive el país, pareciera ir contracorriente, pero es su naturaleza, transgredir creando.

Desde hace años guardo en casa de mi madre en Caracas, maletas repletas de archivos y documentos de personas desconocidas por mí. Estos documentos venían de ser tirados por alguna institución del estado que tenia que ver con la identidad y la migración. Muchos de los archivos, describían a personas que llegaban de Colombia, República Dominicana, España, Cuba, Perú, Haití, etcétera, a Venezuela. Los archivos mas recientes eran de la década de los ochentas y otros eran de principio de siglo pasado. Con parte de estos archivos experimenté en mis años como estudiante de Arte, pero siempre los veía con la simple curiosidad de ser personas anónimas y lejanas. El escenario cambia en esta época ya que ahora soy un inmigrante con una situación similar a la que vivieron estas personas, al igual que ellos tuve que gestionar documentos que me identifican en otro país.

Así decidí trabajar en la residencia con estos archivos. El Jueves llegué a la casa de los Macolleros, con una maleta repleta, la experiencia giraría en torno a ella, básicamente la idea era generar obra a partir de su contenido. Al irme el Domingo, todo volvería a la maleta.

Primero tuve el frustrante pensamiento de que era muy arriesgado hacer una muestra en tres días, la idea de no poder, se instaló por un buen rato. Pero como dicen allá, ya estaba montado en el coroto, no tenía otra opción. Asumí ese corotero y me puse a trabajar, tenia ideas fijas que no sabia como resultarían.

El tiempo es oro en la residencia. Intuitivamente apareció una forma de construcción a la que me aferré, me vino a la cabeza que la composición plástica se basa en construcción de estructuras que mutan en el acto creativo. Así que tenia que generar un método para construir en el espacio. Poco a poco empezaron a surgir las ideas. Había momentos que discutía conmigo, y otros donde los muchachos me daban ideas e incluso hacían chistes que me relajaron; básicamente me sentí en los talleres de la universidad que me formó, compartiendo con colegas.

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La residencia se convierte en una palanca que fuerza el surgimiento de ideas, destrabando o encausando la obra. Mí tarea era completar una muestra con los recursos que yo mismo escogí. Al principio me reconocí en esos objetos, también me identifiqué con la condición de migrante, luego tuve que apropiarme de los archivos para convertir todo ese material en un discurso propio. Evitar el miedo del coleccionista a no romper el objeto y romperlo si es necesario. Me sumergí entre los papeles, cortando, pegando y componiendo. Poco a poco el espacio se parecía a mí, lo sentía propio. Las paredes blancas ya estaban repletas de cartas, álbumes, carpetas, documentos, fotos y por supuesto la maleta. Julio me dijo “parece una oficina, creo que lo logramos” yo me sentí complacido.

Finalmente a última hora terminamos los detalles. En la experiencia de residencia surgieron cuestionamientos que antes no estaban, incluyendo la manera de resolver el montaje. Ese último día se acercaron Rafael Arteaga, Jennina Guzmán y Julián Waldman (artistas y colaboradores de La Macolla) los cuales de una manera fresca y comprometida me ayudaron a terminar, aportando ideas que destrabaron bloqueos que surgen por los nervios.

El Domingo mostramos orgullosos los resultados de los intensos tres días de trabajo. La Macolla convoca una cantidad importante de colegas, amigos y vecinos de la Pastora. Esa tarde pudimos celebrar el encuentro conversando con ron mezclado en caña de azúcar y una sopa de vegetales, rodeados por la verde montaña que se ve desde la terraza.

Posteriormente tuvimos una charla, donde tuve la oportunidad de escuchar distintas reflexiones del resultado de mí residencia. El encuentro estuvo lleno de palabras como migración, collage, documentos, historias de vida, desbloqueos, técnicas gráficas y por supuesto la apuesta de que todo volvería a la maleta de donde salió.

 

Saúl Rivas

13 de Febrero, Buenos Aires

2018